Resumen:
La Autoestima, es considerada la esencia de la salud psicológica (Taylor y Brown,
1988), asociándose en la psicología una alta Autoestima con bienestar y una baja
Autoestima con ansiedad y otras problemáticas (Leary y colegas, 1995). No obstante, el término está revestido actualmente de una inmensa ambigüedad. El objetivo del presente trabajo es resolver dicha ambigüedad en un afán por promover dinámicas positivas y prosociales, entre las cuales se destacan buenas prácticas en gestión y management como la inclusión y el trabajo en equipo, y también la desarticulación de epidemias conductuales modernas como discriminación, bullying (matoneo) y mobbing (acoso laboral).
Esfuerzos contemporáneos por parte de la psicología social (Leary y colegas, 1998) y de la neurociencia afectiva (Eisenberger y Lieberman, 2004; Lieberman y Eisenberger,
2005) proponen que la Autoestima es una medida del grado en que un individuo es incluido o excluido por otros. Autores como estos dos últimos, por ejemplo, estudian los correlatos neuronales del dolor por rechazo social y el ostracismo. No obstante, la psicología evolutiva –gracias a su visión del cerebro como una composición de unidades de dominio específico ganadas a lo largo de millones de años de evolución- nos sugiere que la evaluación interpretativa de inclusión/exclusión no constituye la única operación psicológica inherente a la Autoestima (Fros Campelo, 2014).
En el presente trabajo, se presentará una hipótesis acerca de los múltiples componentes que integran la Autoestima, que constituyen unidades operativas de nuestro cerebro de carácter emocional/motivacional. En un afán por promover la divulgación y el entendimiento de estas cuestiones, se acompañará dicha hipótesis con dos modelos visuales que contribuyen a hacer nítida la dinámica fundamental de las relaciones humanas.