Resumen:
La justificación del castigo de violadores de derechos humanos es una de las cuestiones más intrincadas de las ya complejas relaciones entre ética, política y castigo. En la condición humana, Hannah Arendt nos enfrenta a una sorprendente paradoja: sólo podemos perdonar lo que podemos castigar y sólo podemos castigar lo que podemos perdonar. Esta suerte de limitación frente a los crimenes más aberrantes de la historia parece a primera vista disparatada porque personajes como Hitler, Stalin y Pol-Pot despiertan pasoines que sólo parece poder calmar la inflicción de sufrimiento.