Resumen:
La democracia es un sistema que confiere el poder último de gobierno a ciudadanos
individuales. Como se evidencia a partir de la regla que requiere la extensión del
sufragio universal y la regla que exige una persona un voto, gran parte del atractivo
de la democracia reside en la exaltación del principio que proclama la igualdad moral
de los ciudadanos: se presupone que las opiniones de una persona merecen tanto
respeto como las de cualquier otra.
Este postulado incomoda a muchos porque sabemos que ciertas personas están, a
decir verdad, mejor calificadas que otras para ejercer el poder de gobierno. Son más
inteligentes, están mejor informadas, son más conscientes del mundo que las rodea y
mucho más capaces de ejercer un sabio juicio. Este hecho ha causado que algunos le den la espalda por completo a la democracia. Otros han respondido buscando asignar el derecho al voto según criterios que examinan la conciencia cívica y el alfabetismo.
Aunque los estadounidenses hemos probado esta última alternativa en varios momentos
de nuestra historia, la hemos rechazado posteriormente, en gran medida porque ella fue utilizada de manera injusta para negarle el derecho al voto a grupos desaventajados. Nuestra estrategia actual es más inclusiva: intentamos expandir el conocimiento y entendimiento de todos los ciudadanos para asegurarnos de que todos estén capacitados para ejercer el poder de gobierno de una manera sabia e inteligente.
Esta, creo, es una de las funciones centrales de un sistema de educación formal y una razón importante por la cual, en los Estados Unidos, la educación primaria y secundaria son obligatorias. El propósito del sistema de educación formal no es meramente dotar a los individuos de las herramientas necesarias para hacerlos totalmente productivos, y volverlos miembros sociables de la sociedad. El sistema –y tal vez de manera más importante– está diseñado también para permitirnos a todos cumplir apropiadamente con los deberes de la ciudadanía. De esta manera, la educación obligatoria le da contenido a la premisa igualitaria que subyace a la democracia.
El sistema de educación formal de los Estados Unidos, con sus componentes tanto
públicos como privados, es vasto y abundante. A decir verdad, es uno de los tesoros más preciados de nuestra nación. Pero no es ilimitado. Aunque algunos ciudadanos continúan su educación formal ya entrados en la adultez, para la mayoría ella concluye en su adolescencia tardía. Para ese momento, resulta justo suponer que las bases apropiadas ya han sido establecidas. Sin embargo, la democracia requiere que el proceso educativo continúe; los ciudadanos tienen que poder actualizar y reevaluar su conocimiento a medida que el mundo circundante cambia y se enfrentan a nuevas situaciones. Una democracia que funciona bien no sólo depende de un sistema de educación formal sino también de un
continuo sistema de educación informal.