Journal de Ciencias Sociales Año 11 N°20
ISSN 2362-194X  

La influencia de la UNRWA en el desarrollo del nacionalismo palestino

 

Julieta Espin Ocampo1
Universidad Europea de Madrid

Ensayo

Material original autorizado para su primera publicación en el Journal de Ciencias Sociales, Revista Académica de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Palermo.

Recepción: 24-01-2023

Aceptación: 24-03-2023

 

Resumen: Tras siete décadas al servicio exclusivo de los refugiados palestinos, el Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente (UNRWA por sus siglas en inglés) ha coadyuvado a perfilar, incluso de manera involuntaria, la evolución del nacionalismo palestino en el exilio. Tras la creación del Estado de Israel en 1948, aproximadamente el 70% de los palestinos se convirtieron en refugiados, quienes, sin un Estado propio que consolidara y estructurara una identidad nacional, debieron reconstruir sus identidades y lazos sociales en el exilio. En consecuencia, los carnés de identidad, las cartillas de racionamiento, los servicios de salud, pero, sobre todo, los campamentos de refugiados y el sistema educativo ofrecidos por la UNRWA influyeron de forma decisiva en la evolución de la identidad y la consecuente lucha palestina. El presente trabajo describe el surgimiento de la UNRWA y la evolución histórica de su relación con el colectivo de refugiados palestinos disperso en Oriente Medio, para posteriormente analizar el papel que tanto los campamentos de refugiados y las escuelas de esta agencia de Naciones Unidas han jugado en la evolución del nacionalismo palestino, así como los límites de la influencia de dicha institución y su instrumentalización por parte de otros actores palestinos.

Palabras clave: UNRWA, refugiados palestinos, nacionalismo, campamentos.

 

Influence of UNRWA on the Development of Palestinian Nationalism

Abstract: After seven decades serving the exclusive Palestinian refugees, the United Nations Relief and Works Agency for Palestine Refugees in the Near East (UNRWA) has helped to shape, even unintentionally, the evolution of Palestinian nationalism in exile. When the State of Israel emerged in 1948, approximately 70 per cent of Palestinians became refugees that, without a State of their own to consolidate and direct a national identity, had to had to rebuild their identities and social ties in exile. Consequently, the identity cards, ration cards, health services, but, above all, the refugee camps and the educational system offered by UNRWA have influenced the permanence and evolution of Palestinian identity and struggle. This paper addresses the emergence of UNRWA and the historical evolution of its relationship with the collective of Palestinian refugees dispersed in the Middle East, to later focus on the role that both refugee camps and schools of this United Nations agency have played in the evolution of Palestinian nationalism, as well as the limits of the influence of this institution and its instrumentalization by other Palestinian actors.

Keywords: UNRWA, Palestinian refugees, nationalism, refugee camps.

 

Introducción

A partir de la creación del Estado de Israel en 1948, los acontecimientos regionales marcarán el desarrollo de la identidad nacional palestina. Sin un Estado propio, el 70 por ciento de la población se volvería refugiada, y a partir de 1967, el resto -sin contar con los árabes de Israel- pasaría a vivir bajo ocupación israelí. Aunque los orígenes del nacionalismo palestino se remontan a la segunda mitad del siglo XIX (Abu Quevedo, 2002; Muslih, 1988; Pappé, 2004), su evolución estaría marcada por esta dispersión territorial y por la ausencia de una entidad estatal propia que consolidara y dirigiera una identidad nacional. Como consecuencia, la evolución de dicha identidad se realizó de forma diferenciada al resto de los nacionalismos árabes, impulsada desde dos frentes: por un lado, desde los territorios palestinos que quedaron bajo control árabe en 1948 y a partir de 1967 bajo ocupación israelí; y, por otro lado, desde la comunidad de refugiados en general y los campamentos en particular, dispersos en los Territorios Ocupados de Gaza y Cisjordania, y en los Estados de Siria, Líbano y Jordania.

El presente trabajo pretende describir el papel que el Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente - mejor conocida como UNRWA por sus siglas en inglés y también traducida como Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo - ha tenido en la definición de la identidad nacional palestina y su lucha política. Como principal proveedor de servicios a los refugiados, la UNRWA ofrecerá dos elementos clave para entender el nacionalismo palestino: los campamentos de refugiados y un sistema educativo que permitirá la transmisión del sentido de palestinidad a las nuevas generaciones.

En este sentido, se aplica la definición de Pedro Talavera (1999) de identidad nacional como: “[…] el sentimiento subjetivo del individuo a pertenecer a una nación concreta, a una comunidad en la que existen diversos elementos que la cohesionan y la hacen única”. Para el autor, estos elementos, que van desde la lengua hasta la religión y la etnia, serán el sustento del sentimiento de pertenencia a la comunidad nacional. La memoria colectiva, que implica procesos de transmisión oral o informal del pasado, genera representaciones sociales y narrativas que se constituyen fuentes de la propia identidad nacional (Villa y Barrera 2017, p. 155). 

 El peso del enorme colectivo refugiado disperso en Oriente Próximo coadyuva a dimensionar la compleja relación existente entre esta agencia de Naciones Unidas y su entorno regional, basada en el potencial político y económico de la misma, al operar en un marco de naciones pobres, algunas de ellas en permanente lucha por el liderazgo de la zona, y donde la instrumentalización de la causa palestina no es nada desdeñable.

Para la realización de esta investigación de carácter descriptiva y analítica, se han revisado a los principales autores que han estudiado el papel de los refugiados y los campamentos en el desarrollo del nacionalismo palestino. Sus indagaciones se han complementado con entrevistas a refugiados palestinos en Jordania y Siria realizadas por la autora, tanto dentro como fuera de los campamentos, así como con informes de la UNRWA y otras organizaciones.   

 

1. La UNRWA

Tras la primera guerra árabe-israelí, la Resolución 302 (IV) de la Asamblea General de las Naciones Unidas en diciembre de 1949, además de crear a la UNRWA para auxiliar a la masa de palestinos desplazada, unirá su existencia a la Resolución 194 de la misma Asamblea General, que un año antes establecía el derecho al retorno de los refugiados palestinos a sus hogares. Este colectivo será el único al cuidado humanitario exclusivo de un organismo internacional – la propia UNRWA y no el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) - y quedará excluido de la Convención de Ginebra de 1951, que establece ciertos derechos civiles y sociales para los refugiados, como el acceso a un empleo remunerado o a la seguridad social en los países de acogida. 

La UNRWA junto con los gobiernos árabes de la región, ofrecieron ayuda de emergencia a más de 700.000 pobladores árabes que huyeron de lo que hoy es Israel, acogiendo a los refugiados en decenas de campamentos que se establecieron originalmente de forma provisional y ofreciéndoles cobijo, alimentos y servicios sanitarios de emergencia, mientras se encontraba una solución al conflicto. Pero el mandato inicial de la UNRWA incluía no sólo la ayuda de emergencia, sino también esquemas de empleo que permitieran integrar a los refugiados en la vida económica de los países de acogida, lo que fue rechazado por los palestinos al considerarlo un intento de integrarlos en los países árabes, sin permitirles ejercer su derecho al retorno. Por tanto, dichos esquemas fueron abandonados prácticamente del todo en los primeros años de existencia de la agencia.

Conforme los meses, años y luego décadas pasaban sin solución al enfrentamiento entre árabes e israelíes, dichos refugiados debieron permanecer en los lugares de acogida al no permitírseles retornar a sus hogares, tal como lo establecía la Resolución 194. En consecuencia, la Asamblea General de la ONU ha renovado periódicamente el mandato de la Agencia al servicio de los refugiados, adaptando sus servicios a la realidad cambiante -en términos políticos, sociales, económicos y demográficos- de éstos y ofreciendo, como organismo internacional, cierta estabilidad a través de su poder institucional que supuso su injerencia en la vida y conducta del otro (Oviedo, 2019, p.144) en este caso, los refugiados palestinos. Así, a mediados de la década de 1950, los esfuerzos y recursos de la Agencia ya no se destinaban primordialmente a la ayuda de emergencia, es decir, el reparto de comida, refugios, ropa y servicios de salud básica, sino que se combinaban con nuevos servicios de salud y educación más acordes a los ofrecidos por cualquier Estados a sus ciudadanos, que permitieron el desarrollo social y económico de los refugiados. En consecuencia, el programa educativo de la UNRWA beneficiaría a millones de niños matriculados en sus escuelas de educación primaria y secundaria, además de ofrecer educación técnica y vocacional a miles de refugiados en sus centros de formación, permitiendo a los palestinos tener una de las mejores tasas de alfabetismo en la región y prácticamente alcanzar la equidad de género en términos de matriculación de niñas desde la década de 1960 (Hanafi et al. 2014). Asimismo, sus servicios de salud ofrecidos en más de un centenar de centros benefician a aproximadamente a dos terceras partes de los refugiados registrados en la agencia. En 1982, la UNRWA terminaría con el reparto generalizado de comida -no sin oposición de los refugiados- y dejaría esta ayuda a los casos más extremos de necesidad y en situaciones de emergencia como, por ejemplo, los provocados por la guerra del Líbano, o más recientemente la guerra en Siria o el bloqueo a Gaza.  

Así pues, la UNRWA ha actuado durante siete décadas como un Estado de bienestar para los refugiados. En este sentido, puede afirmarse que esta institución ha colaborado en la reconstrucción del tejido social palestino, por ejemplo, permitiendo la distribución de los refugiados en los campamentos según su lugar de procedencia o apoyando, en los años cincuenta, el establecimiento del primer sindicato de profesores palestinos. Hasta la implantación gradual de la Autoridad Palestina en Gaza y parte de Cisjordania, que afecta sólo a los refugiados en el territorio administrado por ella (1,5 millones de los 3,7 millones de registrados), era sólo la bandera de la ONU la que ondeaba en todas las escuelas, centros de salud y clubes para jóvenes en los campamentos administrados por la UNRWA.

Según Al Husseini (1997), los dos factores claves que han contribuido a la integración de la UNRWA en las vidas de los refugiados son, por un lado, la “conexión orgánica” existente entre esta agencia y la Resolución 194, la cual hace que el carnet de registro sea considerado por los refugiados como un verdadero “pasaporte para Palestina”; y, por otro, su participación en el apoyo de los derechos sociales y económicos de los refugiados, que pasa por los servicios y relaciones profesionales establecidos con este colectivo. Para Yves Besson, el trabajo continuado que incidía en los principales aspectos de la vida de los refugiados, es decir, la educación, la salud y la solidaridad social, permitió el desarrollo de una genuina “cultura de la UNRWA” (Besson, 1997, p. 341). A través de su infraestructura se favoreció la consolidación de una identidad nacional en el exilio, aunque de manera fragmentada, al convertirse en el escenario donde actúa o se contempla el 70% del pueblo palestino.

 

2. Los campamentos de la UNRWA:  la “patria chica”

 Los campamentos de refugiados, que inicialmente se conformaban con tiendas de campaña establecidas en terrenos aislados o fuera del espacio urbano, tras siete décadas de existencia se fueron transformado en espacios superpoblados que, aunque aún delimitados, se han incorporado al paisaje de las ciudades o villas de los países de acogida debido al crecimiento urbano.  Prácticamente de forma natural, los refugiados se fueron distribuyendo en los campamentos según sus lugares de procedencia, llamando a los barrios con los mismos nombres de los pueblos de origen, reproduciendo así el tejido social previo a su dispersión, incluso permitiendo que las élites tradicionales se mantuvieran.  Ante la ausencia de una entidad estatal propia que impusiera una narrativa “oficial” la identidad nacional palestina, esta distribución espacial definió la identidad palestina, dado que permitió la transmisión de la memoria colectiva -el recuerdo de los hogares y huertos perdidos, el trauma compartido de la Nakba o Catástrofe de 1948 que provocó su exilio- y de prácticas sociales – desde tradiciones y festividades hasta matrimonios -.

Según UNRWA España (s.f.), casi un tercio de los 5,9 millones de refugiados registrados en la Agencia viven en alguno de los 58 campamentos oficiales distribuidos en Oriente Medio, y hasta un 45% en el caso del Líbano (UNRWA s.f. b). En los campamentos conviven ya cuatro generaciones de palestinos. La mayoría de ellos no conoce otra forma de entidad supracolectiva de organización social propia que la ofrecida por la agencia, más allá de los gobiernos de acogida o de Israel -como potencia ocupante-, que siempre los han visto con recelo y sospechas.

De este modo, la conciencia nacional palestina se construyó parcialmente por el marco espacial (campamentos, escuelas y centros sociales) y material (cartillas de racionamiento, educación y servicios) provisto por la UNRWA. Pero la principal herramienta que la UNRWA aportó al nacionalismo palestino fue, sin duda, el establecimiento y mantenimiento de los campamentos de refugiados. Aunque Ghazzawi estime que las acciones de la agencia como institución sólo dejaron que el sentimiento nacional palestino se desarrollara normalmente, sin influir en él de manera directa, sí señala la importancia de los campamentos como principales factores de reagrupamiento que permitieron la aparición de una memoria colectiva (Ghazzawi, 1989, p. 18).

Sayigh (1977) considera que dentro de los campamentos los refugiados mantienen un mayor sentido de identidad política y cultural que el resto de los palestinos, debido sobre todo a su proximidad física, endogamia y etnocentrismo. Sin embargo, dicha identidad, tal y como se conoce ahora, no se consolidó hasta 1968, dos décadas después de la expulsión. De hecho, durante los primeros años de exilio, los campamentos fueron símbolo de miseria y humillación, donde pocos quería permanecer. Vivir fuera significaba tener algún familiar o conocido en el entorno donde buscar refugio en primera instancia. De este modo, en los primeros años aquellos refugiados que pudieron abandonar los campamentos lo hicieron. Muchos otros se resistieron a acudir a ellos en 1948, principalmente aquellos que salieron de sus hogares con algún dinero y que pudieron vivir de él un año o dos, hasta que la falta de recursos les obligó a buscar ayuda. Sin embargo, la guerra de 1967 transformó la propia percepción de los palestinos, incluidos los refugiados, pasando de víctimas a combatientes.

La derrota militar árabe supuso un punto de inflexión en el conflicto árabe-israelí en general y el papel de los palestinos en la misma en particular, por el desprestigio de los regímenes regionales ante sus propias poblaciones por su incapacidad de “liberar” Palestina. Israel no sólo no sería derrotado, sino que terminaría por controlar la totalidad de la Palestina histórica ocupando Gaza, Cisjordania y Jerusalén oriental. A partir de entonces, la lucha por la liberación de Palestina estaría en manos de los propios palestinos y sus organizaciones políticas y guerrilleras, encabezados por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), dirigida por Yaser Arafat. Y en ese contexto, los campamentos serían un enclave importante en la construcción o coordinación de la lucha.  Tras la guerra de 1967 los propios refugiados trataron de mudar su imagen de atrasados o miserables, presentándose como un pueblo combatiente, trabajador y religioso. Sayigh (1998) considera al refugiado palestino como una figura política, social y cultural que encarna una historia colectiva de opresión y resistencia. El orgullo latente en su identidad como “refugiados” (es decir, como “combatientes”, opuestos a su propia desaparición), otorga a su marginalidad una latente forma de poder De hecho, durante muchos años los refugiados no utilizaron la palabra “casa” para referirse a sus viviendas, sino “refugio”, “tienda” o “unidad” (Jaber, 1995, p.16). Muchos siguen llamándolas así. “Hasta que nos devuelvan Palestina, prefiero permanecer aquí; mientras tanto es preferible permanecer aquí. No nos gusta vivir en el campamento, pero mantenemos la esperanza”, dice Amal, una refugiada originaria de Gaza, “Nací aquí, en Jordania, y para mí el campamento es muy importante para mantener nuestra identidad. Esta identidad es como mi padre y mi madre, y si lo abandono…” (en Latte Abdallah, 1995, p. 9).

Para las jóvenes generaciones, el espacio físico y social que representa el campamento constituye una base de identidad más fuerte que la trasmitida por aquellos que salieron de los mismos. Sus habitantes se consideran una sociedad tradicional y conservadora, entendida como auténtica en cuanto musulmanes y árabes (Bucaille, 1996, pp. 113-115). Consideran a las comunidades y ciudades fuera del campamento como espacios caracterizados por el anonimato, la indiferencia e incluso el libertinaje. Por el contrario, durante mucho tiempo sus habitantes consideraban que los campamentos estaban libres de delincuencia, drogas, prostitución o relajación de la moral (Ghazzawi, 1989, p. 37)2. El reducido espacio físico que comparten los lleva a un acercamiento social que muchos refugiados consideran de solidaridad y fraternidad. En este sentido, los centros culturales y deportivos, de formación, los centros de distribución de ayuda y las clínicas de la UNRWA se convirtieron en espacios para transmitir la historia oral palestina a las nuevas generaciones (Shabaneh, 2010, p. 217).

Por tanto, muchos refugiados desean continuar viviendo en el campamento, aún si tienen la oportunidad de trasladarse fuera del mismo y mejorar sus condiciones materiales. En este sentido, un refugiado de Gaza hacía referencia a su campamento como “Al watan al saguir (la patria chica)”, donde, el espacio físico del campamento se ha convertido en un sustituto del territorio nacional, en “una Palestina por defecto” (Jaber, 1996, p. 37), donde se reconstruye la Palestina previa a 1948 en otros entornos, donde los refugiados reafirman su identidad, manteniéndose demográfica y culturalmente distintos al pueblo que los acoge, hasta que puedan regresar a sus hogares. La identidad nacional se perpetúa y fortalece en los espacios privados y públicos que ofrece el campamento. Dentro de los hogares, es común encontrar bordados, pinturas y fotografías sobre Palestina y Jerusalén, mapas de la Palestina previa a la creación de Israel que incluyen los pueblos y villas que fueron destruidos en 1948 o cuyos nombres fueron hebraizados tras la expulsión de sus habitantes árabes. Desde mediados de la década de 1990, cada vez es más común encontrar también versos coránicos y fotografías de la Mezquita Al Aqsa de Jerusalén. De igual manera, en las calles los negocios reproducen los nombres de los lugares de origen de sus dueños y paredes de escuelas y otros espacios públicos se pintan con grafitis de banderas, imágenes y frases políticas relacionadas con Palestina y la lucha por el retorno, así como retratos de “mártires” y versos coránicos (Farah, 2003 y 2013).

Así pues, la UNRWA se convirtió, en palabras de Barberet (2001), en un actor involuntario del proceso de construcción nacional, porque su estatuto de organización internacional le otorgó cierta protección ante las interferencias de los gobiernos de acogida, convirtiéndolo así en un espacio relativamente autónomo de expresión, organización e incluso de activismo para los refugiados. Las consecuencias de esa separación física de los refugiados que viven dentro y fuera de los campamentos suelen ser evidentes en cuanto al nivel de politización. En entrevistas realizadas por la autora en Jordania, era evidente que aquellos refugiados que no habían vivido en los campamentos estaban más integrados en las sociedades de acogida y eran menos propensos a hablar sus orígenes palestinos y más reacios -por temor o por falta de interés- a manifestar sus opiniones políticas.

Volviendo a los refugiados que han crecido en los campamentos, incluso aquellos que abandonan el campamento para mejorar sus condiciones de vida están interesados en la perpetuación de los campamentos hasta que a la comunidad refugiada en su conjunto se le permita ejercer su derecho al retorno. Aún entre los refugiados que salen y mejoran su calidad de vida, los lazos sociales y familiares con los que se quedan son muy fuertes. Es común encontrar familias que emigraron a los países del Golfo desde hace varias décadas, que pasan los veranos con los familiares de los campamentos. De hecho, la segunda Guerra del Golfo (1990-1991) pilló a muchos de estos palestinos trabajadores de vacaciones en Gaza, el Líbano o Jordania, sin que pudieran ya retornar a sus hogares tras el final de la guerra.

Más allá de estos casos, el esfuerzo colectivo se ha encaminado a fortalecer la conciencia palestina manifestada sobre todo en las prácticas de matrimonio, celebración de negocios y transacciones diarias de todo tipo. La endogamia ha sido una práctica común. Como señala Hana Jaber en su estudio sobre el campamento de Wihdat en Jordania, esta práctica está motivada por el deseo de conservar la memoria colectiva de sus orígenes (Jaber, 1996). Aunque Ghazzawi (1989, p. 36), estima que se prefieren los matrimonios entre parientes procedentes de una misma comunidad, Droz (2002, p. 20) añade que la importancia en un matrimonio entre parientes de diferentes campamentos no sólo radica en que la asunción de que seguirán viviendo en alguno de ellos para preservar su entorno social y familiar, sino que respeta el lugar común de origen de ambos en Palestina y conserva así la expectativa del retorno. Consecuentemente, los refugiados de los campamentos luchan contra la “despalestinización” de su pueblo, que puede acechar en la emigración laboral o en el matrimonio con no palestinos. Un ejemplo sutil es el de aquellas trabajadoras de la UNRWA de los campamentos que contraen matrimonio con árabes de los países de acogida. Algunas suelen percibir algún alejamiento de su comunidad hacia ellas por su unión con un árabe “no palestino”. Asimismo, suelen haber diferencias en la aceptación entre los empleados refugiados que crecieron en un campamento y los que no.

Finalmente, cabe destacar la relación entre los campamentos de la UNRWA y la OLP. Debido a la fuerte carga ideológica que conlleva la existencia de los campamentos, estos se convertirían en verdaderos bastiones del nacionalismo palestino, donde se promovería la implantación y fortalecimiento de la OLP en toda la región. Estos colectivos serían las bases del movimiento nacional palestino y sus organizaciones adquirirían protagonismo desde entonces. En este sentido, señala Laurie Brand:

El establecimiento de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) debe ser visto, no como el comienzo del primer capítulo del resurgimiento del movimiento nacional palestino, sino como su conclusión, la extensión natural de los esfuerzos de la década de 1950 y principios de la década de 1960, finalmente adoptada y reforzada por los regímenes árabes para establecer una entidad nacional. (Brand, 1988, p. 4)

 

De esta manera, aunque la estrategia política y los objetivos de la lucha nacional palestina son planteados por la OLP, la agencia ha aportado los conceptos de “refugiado” o “campamento” que dan forma al discurso de la central palestina y que constituyen el entorno material de la sociedad palestina en el exilio. Se debe destacar, por ejemplo, el nivel de control que ejerció la OLP en los campamentos en Jordania hasta su expulsión en 1971 tras el llamado Septiembre Negro, y después en Líbano hasta 1982, cuando la dirigencia palestina fue expulsada por la invasión israelí. En ambos casos, la central palestina se convirtió en un desafío para los Estados de acogida, resguardada en los campamentos.

Así pues, el estatuto de refugiado y la solidaridad social resultado de las experiencias, historia e intereses comunes y de compartir una misma situación en un orden social regional y global, sirvieron como base para el surgimiento del movimiento de resistencia en los campamentos de refugiados (Peteet, 1995). Para Farah (1999, p. 12): “la UNRWA no creó ni diluyó una identidad nacional palestina, pero sí contribuyó a su definición. Sus campamentos, cartillas de registro y de raciones, se volvieron símbolos en la ideología palestina”.

No obstante, autores como Achilli (2014, p. 235) inciden en una aparente desmovilización política en los campamentos de refugiados, históricos bastiones de participación política, especialmente a partir de la llamada Primavera Árabe de 2011, probablemente como consecuencia de percibir la inestabilidad de los regímenes árabes como una nueva amenaza a su permanencia en los países de acogida. Al respecto, cabe recordar, por ejemplo, que los palestinos han sufrido lo mismo que los nacionales la guerra de Siria. 

 

3. Las instituciones educativas de la UNRWA

La educación ha sido sin duda el servicio ofrecido por la UNRWA mejor aceptado por los refugiados. Otras actividades de la agencia, como la rehabilitación y mejora de los campamentos de refugiados, fueron vistos desde el inicio con cierta sospecha por los palestinos, entendiéndolas como intentos de los principales financiadores de la UNRWA (Estados Unidos y Reino Unido en particular) de establecerlos definitivamente en los países de acogida para evitar su retorno a Palestina. En consecuencia, los refugiados aplicaron desde los primeros momentos el criterio de movilidad para evaluar los servicios recibidos: eran bienvenidos si podían llevarlos consigo cuando pudieran ejercer el derecho de volver a sus hogares. Asimismo, desde el inicio de su exilio, para los refugiados la educación se convirtió en un elemento clave de su lucha: muchos consideraban que habían perdido su tierra en parte debido a su propia ignorancia, por lo que educar a sus hijos se entendió también como una forma más de mantener sus reivindicaciones políticas, una fuente de empoderamiento individual -que les permitía dejar de depender de la ayuda humanitaria- y social.

Así pues, desde los primeros meses del conflicto los propios refugiados (algunos habían sido profesores antes de su expulsión), organizaciones religiosas y oenegés como la Cruz Roja y después la UNESCO comenzaron a brindar ciertos servicios educativos en los campamentos. Tras su creación la UNRWA asumiría los servicios ofrecidos por la UNESCO (sin dejar de colaborar con ella), que para 1953 ya empleaban a 1527 profesores palestinos (Irfan, 2019, p. 1044), todos ellos también con estatuto de refugiados. Pero la UNRWA también heredó de la UNESCO la visión pretendidamente neutral y apolítica de su labor humanitaria, sobre todo con respecto a la petición de fondos a los Estados miembros de Naciones Unidas para el mantenimiento de sus servicios hasta la resolución del conflicto palestino-israelí. 

De este modo, y desde la primera década de existencia de la UNRWA, sus servicios educativos se convirtieron en el programa que involucraba más recursos y empleados (profesores refugiados) a favor de los palestinos. Partiendo de que durante el mandato británico sólo tres de cada diez palestinos habían asistido a la escuela, en sólo una generación, la población refugiada palestina prácticamente alcanzó la alfabetización universal (Irfan, 2019, p. 1045). Según la propia UNRWA (s.f. a) más de 2,5 millones de refugiados se han graduado de sus escuelas desde la década de 1950. En el curso 2020-2021, 539,770 niños asistieron a las escuelas de la agencia en todas sus zonas de operaciones y educación técnica y vocacional a 8.000 jóvenes (UNRWA, 2022, p.3). Para 2022, 544.710 refugiados palestinos estudiaban en alguna de las 706 instituciones educativas de la UNRWA, donde se empleaban más de 20.000 docentes palestinos de un total aproximado de 28.000 empleados (99% de ellos refugiados) de la agencia en todas sus zonas de operación. Además de educación primaria y secundaria, la UNRWA ha ofrecido formación profesional en ocho Centros de Formación Vocacional y dos Facultades en Ciencias de la Educación donde se han graduado aproximadamente 123.000 alumnos que, tradicionalmente, han disfrutado de una alta tasa de empleabilidad.

Desde sus inicios, los programas curriculares que se impartirían en las escuelas de la UNRWA serían las de los países de acogida, es decir, los de El Líbano, Siria, Jordania (en Cisjordania hasta 1994, tras la creación de la Autoridad Nacional Palestina) y Egipto (que administró Gaza de 1948 a 1967), en vez de desarrollar contenidos o programas propios, es decir, palestinos. Aunque la UNRWA justificaba estas medidas para permitir a los refugiados ingresar a la educación superior de sus países de acogida o tener mejores oportunidades en el mercado laboral, autoras como Irfan (2019) o Peteet (2005) consideran que esta estrategia podría estar encaminada, por un lado, al establecimiento definitivo de los palestinos en los países de acogida, y por otro, a diluir los elementos de la identidad palestina, por ejemplo, presentando la lucha contra el sionismo como una cuestión árabe y no palestina. De hecho, en las primeras décadas de exilio, el control gubernamental de los países de acogida en las escuelas de la UNRWA era más férreo con el objeto de impedir o controlar la transmisión de la memoria colectiva palestina (Sayigh, 1977, p. 30). Sin embargo, dicho control tuvo importantes limitaciones debido al hecho de que los profesores de la UNRWA fueran también refugiados, lo que les permitió promover la identidad palestina e introducirla en el aula a través de sus relaciones directas con los estudiantes, impartiendo las clases con una narrativa propia, alejada a la oficial de los países de acogida (Shabaneh, 2012, p. 494). Además, en las aulas se utiliza el dialecto palestino, donde profesores y alumnos se reconocen como miembros de un colectivo diferente al del país que los acoge. Ahí recuerdan la patria perdida a través de su historia oral, sus héroes y tradiciones, reivindicando el derecho al retorno.

A partir de 1967 la OLP trataría de influir en la UNRWA para que “palestinizara” sus programas de estudio con cierto éxito. De hecho, en 1969, la agencia contrató a educadores para desarrollar sílabos de historia palestina, desde la antigüedad hasta el siglo XX que fueron implementados en Líbano, donde la OLP era más fuerte hasta su expulsión del país tras la invasión israelí (Ifran, 2019, p. 1054). Aunque el liderazgo palestino no consiguió implantar en todas sus zonas de operación un currículo palestino propio, no puede desdeñarse su influencia y la influencia del profesorado en el mantenimiento del sentido de palestinidad de los refugiados. En las escuelas de la agencia, por ejemplo, la OLP transmitía su ideología nacionalista a través de los sindicatos de profesores, los cuales enseñaban un “currículo oculto”, adjunto a los planes de estudio de los países de acogida que incluía la enseñanza informal de la historia de Palestina, el canto del “himno nacional” palestino antes de comenzar las clases y cursos suplementarios organizados por miembros de la OLP al final de los cursos oficiales. Estos conocimientos fueron incorporados de manera informal desde mediados de los setenta y oficialmente a principios de los ochenta, mediante el Programa de Enriquecimiento Curricular. Según la UNRWA, el programa tenía como objetivo la provisión, “en el marco de los planes de estudio prescritos por los Estados de acogida, de educación general, vocacional y técnica para los refugiados palestinos, de acuerdo con sus necesidades educativas, identidad y herencia cultural”3. Estudios de campo demuestran que los alumnos refugiados que asistían a escuelas de la UNRWA tenían mayor conocimiento sobre los hechos y héroes de la lucha palestina que aquellos refugiados que habían estudiado en escuelas públicas, aunque en ambos casos el currículo era el mismo (Farah, 2006).

Recuerda Said, un refugiado del campamento de Al Baq’a, Jordania, sobre su experiencia en la escuela del campamento:

El simple hecho de vivir en un campamento de la UNRWA era suficiente para producir un sentimiento de patriotismo y de pertenencia a Palestina […] ¿Cómo no ser patriota cuando todo el mundo alrededor tuyo lo es? En la casa, en el vecindario y, sobre todo, en las escuelas de la UNRWA, las lecciones eran totalmente patriotas. (Farah, 1997, p. 289)

 

A partir de 1968 las celebraciones palestinas de fechas nacionales, fiestas, cantos patrióticos, etc., en sus campamentos y escuelas se multiplicaron (Sayigh, 1977, p. 30) y la presencia de organizaciones palestinas diferentes a la OLP también se incrementó en las décadas siguientes, por ejemplo, con la incorporación al personal de la UNRWA de miembros del Partido Comunista o la Hermandad Musulmana, entre otros (Al Husseini, 2000, p. 53).

En el estudio de campo de Hart (1999), el autor pidió a algunos alumnos refugiados de educación básica de la UNRWA que dibujaran sus escuelas. Siempre aparecía la bandera de las Naciones Unidas, que para ellos los identificaba como palestinos, además de que reconocían a sus profesores como “de los nuestros”. Como señala Ben Hamida (1988, p. 52), para los más jóvenes, era el único estandarte que conocían, aglutinando en su entorno sentimientos de odio, esperanza, frustración, expectación, traición y salvación.

 Fuera del horario lectivo, en las escuelas de la UNRWA muchos alumnos han tenido la oportunidad de reivindicar sus orígenes mediante actividades financiadas por esta agencia, como la pintura, el teatro, la danza o el ensayo. Es recurrente la representación de la bandera o el mapa palestino sobre las paredes o el suelo de los colegios, reproducir poemas y cantos populares y la recopilación de historias de sus lugares de origen. Además, son espacio de conexión colectiva con la patria, donde se discute los acontecimientos políticos y sociales de los que no pueden ser partícipes directos. Por ejemplo, en una visita de la autora al campamento de Marka, en Jordania durante la segunda intifada, un grupo de jóvenes hablaban de las víctimas menores de edad en la revuelta de los Territorios Ocupados por parte de las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI), resaltando el incidente de Mohammad al Durrah, cuyo asesinato habías sido casualmente grabado y transmitido a todo el mundo por France Télévision, convirtiéndose pronto en un símbolo de la segunda intifada. De esta manera, señala Jung (2001), a través de su sistema educativo, la UNRWA se convirtió en un pilar esencial de la construcción del nacionalismo palestino, por lo que constituye un aspecto importante del patrimonio de dicho movimiento.

Por último, la educación ofrecida por la UNRWA incidió de manera involuntaria en la permanencia de los propios campamentos. Si las escuelas primarias y secundarias de la UNRWA permitieron mantener la identidad y conciencia palestina, como indica Shabaneh (2012, p. 497) sus centros vocacionales permitieron suavizar las duras condiciones del exilio al darles herramientas de empleabilidad en los países de acogida que suavizaron las penurias económicas y trajeron cierto alivio económico a sus comunidades dentro y fuera de los campamentos. De manera indirecta, esto permitió que los refugiados no se dispersaran buscando oportunidades laborales fuera de sus comunidades o países de acogida. También de forma indirecta, la agencia promovió la donación de fondos a la emergente OLP en su lucha de liberación nacional hasta la invasión iraquí de Kuwait. Esto se debió a la formación de la mano de obra cualificada que emigró a los países del Golfo en las décadas de 1960 y 1970, y que enviaría regularmente remesas de dinero a sus familias y al movimiento palestino. Únicamente en Gaza, la emigración alcanzó a una tercera parte de la población refugiada.

No obstante, el mismo sentido de nación que fue fomentado y aprovechado por la OLP entre los refugiados terminaría jugando en su contra tras la creación de la Autoridad Palestina en 1994 en Gaza y parte de Cisjordania. Tal como indica Farah (2006), para los refugiados la apuesta de la OLP por construir un Estado propio sobre los Territorios Ocupados suponía hasta cierto punto priorizar dicha entidad estatal por encima de los reclamos de la nación palestina en su conjunto, primordialmente el derecho al retorno. En consecuencia, se generaría de forma espontánea cierta movilización política popular sin vinculación al liderazgo tradicional de la OLP entre los campamentos de todas las zonas de operación de la URNWA (Sayigh, 2010).

Las negociaciones del llamado proceso de paz entre Israel y OLP debían culminar con la Cumbre de Camp David II en el verano de 2000, abordando los temas más controvertidos del conflicto, incluido el de los refugiados. Israel se comprometía al retorno de apenas varias decenas de miles de refugiados por razones humanitarias o de reagrupación familiar, negándose en redondo a reconocer el derecho al retorno de los palestinos. Para el resto, es decir, la inmensa mayoría, sólo se discutirían algunas compensaciones económicas y su asentamiento en los lugares de acogida, en un tercer país o el “retorno” a un hipotético Estado palestino construido sobre Gaza y el 90% de Cisjordania (excluida Jerusalén ocupada). La propuesta no fue aceptada por los líderes palestinos, conscientes del rechazo que suscitaría la práctica renuncia al derecho al retorno entre la mayoría de sus representados. Los israelíes fueron un poco más allá en su oferta en las Conversaciones de Taba (2001), que al ser suspendidas sin avances, dejaron nuevamente excluidos a los refugiados de cualquier solución, por lo que la comunidad internacional ha debido mantener su apoyo material a este colectivo a través de la UNRWA, cuya situación de crisis presupuestaria permanente no ha dejado de agravarse. Factores regionales como las guerras en Gaza y Siria no han hecho más que endurecer la situación de los refugiados. A ello se suma la política errática del principal donante de la Agencia, Estados Unidos que, por ejemplo, durante la Administración Trump cortó completamente su financiación para forzar a los palestinos a aceptar su propuesta de paz (Espín et al. 2020). No obstante, aunque posteriormente se recuperarían las donaciones estadounidenses, el número de refugiados no ha dejado de crecer y la inestabilidad regional siguen haciendo de la UNRWA un factor fundamental de estabilidad regional. 

 

4. Conclusiones

Tras la creación del Estado de Israel en 1948, la evolución del nacionalismo palestino se vio altamente influida por la ausencia de un Estado propio y por el hecho de que dos terceras partes de la población se convirtieron en refugiados. Los sentimientos de injusticia, pérdida y desposesión marcarían profundamente un nacionalismo que, teniendo como figuras centrales a los refugiados, reconstruiría en el exilio el pasado idealizado del país perdido y uniría las aspiraciones de un pueblo fragmentado y dividido territorialmente a lo largo de Oriente Medio. El eje central de dichas aspiraciones sería, y es, la Resolución 194 de Naciones Unidas que desde 1948 consagra el derecho al retorno de los palestinos. Mientas dicho derecho no sea ejercido, la UNRWA ha permanecido al servicio de los refugiados como garante del compromiso de la comunidad internacional -responsable de la partición de su país- con su causa.

Al papel simbólico de la agencia se une la influencia que, de forma involuntaria, su labor de décadas a favor de los refugiados ha tenido en el desarrollo del nacionalismo palestino. Para una importante parte de la comunidad refugiada, la agencia se convirtió en el Estado de bienestar que permitió la cohesión social de aquellos que terminaron por aglutinarse en los campamentos. Así pues, la frontera espacial ofrecida por el campamento permitió a los refugiados identificarse como palestinos frente a los “otros”, es decir, frente a los pobladores de los países de acogida. Asimismo, el estatus de la UNRWA como organización internacional permitió cierta autonomía de acción a sus beneficiarios, que pudieron actuar con mayor seguridad y libertad dentro de los campamentos, reproduciendo historias y tradiciones, y manteniendo cierto grado de endogamia que les permitía mantenerse cohesionados como grupo nacional por generaciones.

De la misma manera, la educación exclusiva ofrecida por la UNRWA tanto dentro como fuera de los campamentos sería utilizada por los propios refugiados como instrumento para transmitir tanto sus reivindicaciones políticas como su propia identidad. El profesorado impartiría un currículo oculto propio, con una narrativa diferente a la oficial establecida por los países de acogida. Además, la alta empleabilidad entre los refugiados debido a la formación recibida supuso cierto alivio económico a las familias palestinas, lo que les permitiría quedarse en el país de acogida y en los campamentos, evitando así una nueva migración y la pérdida de identidad que ello conllevaría. 

A partir de la década de 1960, la OLP sabría aprovechar la efervescencia política de los campamentos y la red educativa de la UNRWA para consolidar su influencia entre los refugiados y aglutinar en su entorno el liderazgo nacional palestino.  No obstante, el papel de los campamentos como bastiones de la causa palestina no se entiende sin el paraguas espacial, ideológico e incluso legal que la agencia de Naciones Unidas ha ofrecido a esta comunidad desde los inicios del conflicto árabe-israelí.

 

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1 Licenciada en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM, 1998) y Doctora cum laude en Estudios Internacionales Mediterráneos por la Universidad Autónoma de Madrid (2004). Profesora Titular en Relaciones Internacionales en la Universidad Europea de Madrid. Sus principales líneas de investigación son Medio Oriente, el conflicto árabe-israelí, refugiados y migraciones. Correo electrónico: julietaespinocampo@gmail.com

 

2 No obstante, esta percepción parece haber sufrido cambios drásticos desde el Proceso de Paz, debido al empobrecimiento de la población y la falta de expectativas y oportunidades, sobre todo en el Líbano y los Territorios Ocupados.

3 UNRWA/UNESCO, Departamento de Educación, Biennial Workplan for Curriculum Enrichment and In-Service Training, 1980-1981, citado por Al-Husseini (2003, p. 77).

 

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